jueves, septiembre 09, 2004

Las razones del crimen

Understanding Why Crime Fell in the 1990s: Four Factors that Explain the Decline and Six that Do Not por Steven D. Levitt. Journal of Economic Perspectives. Invierno del 2004.

Steven Levitt es un economista inusual. Al menos, se ocupa de temas inusuales tales como el impacto disuasivo de la pena de muerte, la corrupción en las peleas de sumo, la estrategia para patear penales, la peligrosidad de los conductores ebrios, las finanzas de las pandillas que venden drogas, y así podríamos seguir la lista. Además, es inusual en otros sentidos porque escribe bien, enseña bien y es altamente respetado por sus pares.

Este artículo reciente sobre la disminución del crimen en los EE.UU. durante los años noventa – publicado en el Journal of Economic Perspectives que es una revista menos teórica y más aplicada – es un análisis excelente y que debería ser lectura obligatoria de muchos responsables de estas políticas, aun haciendo la salvedad de la diferencia de contextos socio-económicos.
Como se sabe, el crimen disminuyó sustancialmente en la década pasada. Y contra lo que sugieren los comunicadores televisivos no se trató de la mano dura en la ciudad de Nueva York sino que el crimen disminuyó en todas partes y en todas sus manifestaciones. Nueva York fue, es cierto, la gran ciudad donde la reducción del crimen fue mayor pero otras ciudades sin el alcalde Giuliani, como San Diego, Austin, San José o Seattle, experimentaron reducciones prácticamente iguales.

Los asesinatos bajaron un 43% entre su pico de 1991 y el año 2001 “alcanzando su nivel más bajo en 35 años” o 5.5 homicidios cada 100,000 residentes. Los delitos violentos y contra la propiedad disminuyeron 34% y 29% respectivamente en el mismo período.
Las explicaciones no faltan, dice Levitt. Un racconto sobre las explicaciones aparecidas en los medios de comunicación muestra, entre las dominantes, a las siguientes razones: 1) el cambio en las estrategias policíacas, 2) el aumento en el encarcelamiento, 3) cambios en los mercados de crack u otras drogas duras, 4) el envejecimiento de la población, 5) control de armas más duro, 6) la fortaleza de la economía y 7) el aumento del número de efectivos policiales son las razones más mencionadas en ese orden.

Levitt identifica seis causas usualmente citadas para explicar la reducción en el crimen pero que, “en la práctica, no parecen haber sido importantes.” Empecemos por una explicación realmente popular: la fortaleza de la economía norteamericana que creció casi el 30% entre 1991 y el año 2001. La estimación típica – sostiene Levitt- es que 1% de aumento en la tasa de desempleo da lugar a un aumento del 1% en los crímenes a la propiedad. El crimen violento, en cambio, “no varía sistemáticamente con la tasa de desempleo”. Más aun, el crimen en los EE.UU. aumentó mucho en los años sesenta cuando la economía creció de manera robusta.

También descarta otra explicación popular: el envejecimiento de los baby boomers. Como se sabe, las personas mayores cometen muchísimos menos crímenes que los jóvenes. Sin embargo, hay dos fuerzas que contrapesan, en términos de crimen, el efecto de la mayor edad. Primero, el aumento de la población de color negro que “por razones que son sólo parcialmente comprendidas tienen tasas más elevadas de victimización y delincuencia con relación a otros estadounidenses.” Segundo, porque “el eco del baby boom está llevando a un aumento transitorio en adolescentes y adultos jóvenes”, un grupo etario de alta participación en el crimen. Por lo tanto, el impacto de la demografía cambiante no es importante cuando se consideran los tres factores en conjunto.

Luego Levitt se ocupa de los muy publicitados cambios en la estrategia policial que puso en práctica el Alcalde Giuliani en Nueva York y otros, con menos prensa, que tuvieron lugar en otras comunidades. Levitt se muestra “escéptico” de que estos factores sean significativos y se ocupa entonces del caso Nueva York. Primero, sostiene, Giuliani se hizo cargo de la alcaldía en 1993 pero el crimen ya había empezado a disminuir de manera importante en 1990. Con la excepción de la tasa de homicidios, no hay ningún cambio en la tendencia descendente del crimen de 1993 en adelante. Además, el cambio en las estrategias policíacas tuvo lugar al mismo tiempo que aumentaba sustancialmente el número de efectivos: en la década bajo estudio, la policía de Nueva York creció 45% o tres veces más que el promedio nacional. Las propias estimaciones de Levitt sugieren que el aumento mayor en la cantidad de policías alcanza para explicar la disminución en el crimen. No sería entonces la mano dura sino la existencia de más manos, lo que explica la caída en los delitos.

Levitt también refuta que el endurecimiento de las regulaciones para la compra de un arma tenga algún impacto sobre todo por la existencia de un mercado negro para la compra y venta de armas. El fracaso de estas regulaciones – ironiza Levitt – no debería ser una sorpresa para los economistas.

¿Acaso el hecho de que se cuadruplicó el número de ejecuciones de criminales pueda haber influido en la disminución en el crimen? El debate lleva ya tres décadas, dice Levitt. Más importante, las ejecuciones tienen lugar ocasionalmente (478 en la década en estudio) y con demoras, ¿por qué un criminal racional habría de tenerlas en cuenta? Más aun, si los estudios que encuentran que la pena de muerte es efectiva y que sostienen que cada ejecución previene 6 asesinatos fueron correctos entonces esto no explicaría más que 1/25 de la disminución del crimen observada.

Entonces ¿cuáles son los factores que si explican la baja en el crimen? Primero, el aumento del número de efectivos policiales que de acuerdo a las estimaciones de Levitt explica entre una quinta y una décima parte del menor crimen. Segundo, el aumento de la población encarcelada que aumentó en casi un millón de personas en los años noventa y que da cuenta de un tercio de la reducción en el delito.

Luego, la pérdida de importancia de la epidemia de crack que comenzó hacia 1985. Hay pocos estudios disponibles pero un análisis del crimen en 1988 en la ciudad de Nueva York muestra que un 25% estaba relacionado al crack, aunque prácticamente todos a la distribución del crack antes que a un adicto delinquiendo.

El cuarto factor es quizás el más llamativo es el impacto de la decisión de la Suprema Corte de Justicia de los EE.UU. en 1973, Roe versus Wade, que invalidó todas las leyes estatales que restringían el acceso a un aborto durante el primer trimestre de embarazo. En la práctica, esta decisión legalizó el aborto en los EE.UU. Cada vez más la evidencia sugiere que esta decisión explica en buena medida la disminución del crimen. La teoría se “basa en dos premisas: 1) los hijos no deseados corren mayores riesgos con relación al crimen y 2) la legalización del aborto reduce el número de hijos no deseados.”

Con relación a la primera premisa, Levitt sostiene que hay “evidencia bien clara” para demostrar el impacto negativo de un ambiente hogareño adverso en la criminalidad. En cuanto a la segunda premisa, la evidencia sugiere que la legalización del aborto está asociada a una disminución en el 5% en los nacimientos que, a su turno, es del doble para madres adolescentes de color negro. Además, luego de la legalización del aborto disminuyeron “dramáticamente” el número de adopciones y de infanticidios. Las investigaciones de Levitt muestran que aquellos estados que permitieron el aborto tres años antes que Roe versus Wade experimentaron una disminución en el crimen antes que el resto de la nación.

Finalmente Levitt concluye su análisis especulando acerca del futuro: el aumento de los efectivos policiales y la legalización del aborto deberían seguir contribuyendo a menos crímenes pero la disminución será menos espectacular que en la década pasada. Obviamente el análisis parece ser aplicable sólo al caso de los EE.UU. pero es difícil no pensar que hay lecciones que, con cuidado, no puedan deducirse para el caso argentino. Sin embargo, la naturaleza delicada del asunto sugiere que tiene que ser el lector quien las aprenda.

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